37 latidos

con No hay comentarios

[37 LATIDOS]

Amelia o el ardor

El suyo, el mío,
nuestro amor entró disparado
por la aurícula izquierda.

Pocos días después de desayunar juntos
en su piso de estudiantes
lleno de chicas no muy aplicadas
al francés
-que iban para filólogas-
me confesó entre sollozos que tenía novio,
en serio,
y que estaba enamorada hasta las bermudas
pero que me quería con locura y tal y cual.
De aquella vivimos un año
de ilegalidad
follando y llorando de impotencia.
Y jurando cada día que ése sería el último.

Fue muy fuerte
no acabar de dejarnos.