AUTOBIOGRAFÍA

 

Juanjo Barral escritor foto web

Nací el 25 de junio de 1962 en Oviedo y me crié en el barrio de la Tenderina, donde jugábamos al fútbol en la calle y se paraba el partido cuando llegaba un coche.

Cuando yo tenía 8 años mi padre, maestro pastelero en Camilo de Blas, se independizó y montó su propio obrador en la calle Alfonso III el Magno. A la confitería le puso el nombre de mi hermana (la tercera de cuatro y única mujer): Beatriz. Allí nos pasábamos el día, entre clase y clase. Así que con el tiempo fui aprendiendo el oficio, sin dejar de estudiar. En casa estaban empeñados en que hiciéramos una carrera “y fuéramos algo el día de mañana”. Nunca se lo agradeceré lo suficiente a mis padres.

Estudié en el colegio público El Postigo, en los Dominicos (la EGB) y en el instituto “masculino” Alfonso II, antes de matricularme, en 1980, en Filología. Yo quería estudiar periodismo, pero no estaba al alcance porque había que cursarlo fuera de Asturias. Aunque tampoco me pesó, porque el periodismo acabaría por acercarse.

En segundo de carrera me di cuenta de que mi inglés no daba el (elevado) nivel que imponían los que iban para anglogermánica, así que tras ahorrar lo que gané trabajando el verano en una pastelería de Ribadesella, me fui a Londres. Con la libra por las nubes, a 275 pesetas, el dinero voló literalmente, así que tuve que ponerme a buscar trabajo. Lo encontré en agencias de colocación “ilegal” porque entonces no teníamos permiso para trabajar allí, al menos los universitarios como yo. Enseguida encontré empleo, concretamente en un hotel de Belgravia, uno de los barrios más caros de Londres, pobre de mí. Aprendí muchas cosas en aquel tiempo, además del inglés. Y viviendo en la capital mundial del pop, me enamoré de la música. Hacía camas, servía desayunos, fregaría miles de platos para poder permitírmelo.

Volví varias veces, a trabajar en un restaurante de Wimbledon durante las navidades y en verano. Cuando me licencié en 1985, con una tasa de paro en España por encima del veinte por ciento y sin oposiciones a la vista de lo mío (profesor de Literatura Española) regresé a Londres.

A la vuelta, en 1986, aproveché para sacar el CAP y, en un regalo de la fortuna, conocí a Xuan Cándano, que nos invitó (a Javier Santos y a mí) a colaborar en el periódico de la Universidad de Oviedo, para coordinar la sección de creación y cultura. Cuando Xuan se fue a trabajar a la tele y Javi aprobó la oposición de inglés, “no me quedó más remedio” que hacerme cargo de toda la publicación. Y lo mismo me ocurrió cuando nos dejó el maquetador (una tarea que me entusiasmó particularmente). Por entonces también colaboraba en revistas culturales y escribía artículos de opinión en “El Correo de Asturias”.

En la Universidad montamos una radio y organizamos movidas de todo tipo: jornadas de medios de comunicación, fiestas multiculturales como la Moviduni y la Movidos… Fueron años de entusiasmo y efervescencia, en los que tuve el privilegio de tratar con algunos de los mejores escritores, dibujantes y fotógrafos de mi generación.

En 1988 dejé de colaborar con la Universidad y entré a trabajar en el diario “La Nueva España”, donde aprendí mucho con Pilar Rubiera en la sección de Sociedad y Cultura, escribiendo los domingos la página de música, colaborando en el suplemento de cultura y haciendo reportajes para el Dominical (en los que me dejaban muchas veces hacer las fotos).

Ese año trabajé por primera vez en la oficina de prensa del Festival de Cine de Gijón durante el certamen, permiso que debo agradecer al periódico. Y volvería a hacerlo varias ediciones más en los noventa (con Juan José Plans y José Luis Cienfuegos como directores).

En 1989 me salió un propuesta laboral en Lanzarote y me fui a vivir a la isla durante un año. Trabajé en diversos medios, corregí la primera novela y saqué muchas series de fotos. También empecé a pintar. Lanzarote es el lugar con mayor concentración de belleza por centímetro cuadrado que conozco. Y me inspiró.

Pero estaba lejos y volví. De nuevo en Asturias empecé a colaborar con “La Nueva España”, haciendo reportajes, además de otros trabajos por encargo para revistas de todo tipo.

En 1992 Xuan Cándano, en excedencia de TVE, me ofreció trabajar en su productora de informativos, Bocamar. Pasé cuatro años cubriendo noticias para Televisión de Galicia, Antena 3, Telecinco, Canal Plus… y escribiendo con él algún que otro guión para documentales (Severo Ochoa, la Historia de la Universidad de Oviedo…).

Ese año viajé a Estados Unidos, donde, con el pretexto de impartir un curso a profesores estadounidenses de español, viví un mes en San Francisco con Javier Santos. Juntos recorrimos varias reservas indias por cuatro Estados. En 1992 publiqué mi primera novela, “Londres”, con un prólogo maravilloso de Juan José Millás, y que figuraría entre las finalistas del Premio Tigre Juan.

Al año siguiente fui padre. Lo sigo siendo. No lo cambio por ninguna novela, por ningún viaje, por nada del mundo. Aprendí lo que no está escrito, lo que no podré escribir nunca. Sobre todo aprendí a comprender y apreciar (como corresponde) a mis padres.

En 1996 me llamaron de CCOO de Asturias para trabajar en la oficina de prensa. Donde sigo. Lo que dice mucho a favor de esta organización, en la que he batido todos mis registros de permanencia. Donde aprecian mi trabajo y me aprecian a mí. Con todo.

Paulatinamente fui dejando todas las demás “colaboraciones” y dedicando el tiempo “libre” a la crianza de Claudia y a escribir.

En 1995 habíamos iniciado un proyecto que también “cambiaría” mi vida y mi forma de entender la creación (y su destino: compartirla). Creamos la “La última canana de Pancho Villa”, una colección con la que bajamos ese mismo año a los encuentros de Editores Independientes y Ediciones Alternativas (EDITA) que dirige Uberto Stabile en Huelva, y a los que volveríamos varias veces más en años sucesivos. Allí descubrimos proyectos admirables, el universo de la poesía visual, el mail art, los poemas objeto… Allí entablé amistad con escritores y editores que serían fundamentales en mi porvenir: Luis Felipe Comendador, Tito Expósito (de Baile del Sol), Antonio Orihuela (que años después me invitaría a participar en los encuentros de poesía de Moguer: Voces del Extremo)… A todos les debo mucho.

También he tenido inclinación a implicarme en los asuntos comunes, en la sociedad civil. Formé parte de la junta directiva de Tribuna Ciudadana durante la presidencia de Miguel Munárriz, soy socio fundador de la Asociación de Escritores de Asturias, colaboro con Amnistía Internacional desde hace décadas y formo parte de la red de acciones urgentes. Fui presidente de la comunidad de vecinos cuando me tocó.

Y es importante porque todo ello ha inspirado mis novelas, mis poemas. Todo ello me ha ido haciendo como soy.